“Lo bonito es ir soñándolo antes de que llegue”. No recuerdo de quién es la cita, ni por qué la anoté en el móvil hace más de un año. Lo cierto es que no se me ocurre una secuencia de palabras más adecuada para expresar lo que han significado para mí estos últimos meses.
Mi útero se ha convertido en una pecera en la que la salinidad del Mar Cantábrico marida a la perfección con la calidez del Atlántico y el toque picante del mojo canario se compensa con el dulzor del sobao pasiego. Para que el plánctom sea delicioso y merecedor de más de una Estrella Michelín, hay que sumarle la esencia de los buenos guisos: un cocinado a fuego lento regado con mucho amor.
Pese a los malestares, las inseguridades propias y ajenas y el sinfín de mensajes contradictorios que una recibe en este estado, he sentido una paz interior difícil de explicar. Como si mi cuerpo quisiera convencerme de que, pase lo que pase, estoy lista para todo lo que está por venir. Así que compraré flores, sacaré mi vajilla favorita y prepararé la mesa para el festín de besos y arrumacos que te espera, pequeño Leo ♡
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