La paciencia y dedicación de Nona Bruna

Cuando pienso en la palabra artesanía una de las primeras imágenes que me viene a la mente es la de un torno modelando una pieza de barro. Creo que la potencia de esta estampa tiene que ver con la relación tan estrecha y explícita que se establece entre el trabajo con las manos y la creación final. Lo que ocurre entre medias es lo que, en mi opinión, es verdaderamente importante: ese proceso en el que se funde el pensar con el sentir. 

Por eso, y porque me gusta coleccionar detalles de loza, entre mis propósitos para este curso escolar está aprender cerámica. Dentro de lo complejo que es, me conformaría con familiarizarme con las técnicas y conseguir hacer pequeñas piezas. Como suele ocurrir con el listado de buenas intenciones que hago año tras año, normalmente se suele quedar en eso: aspiraciones que acabo no cumpliendo por mil motivos totalmente injustificados. Para combatir la pereza y como medida de choque hace meses que suelo utilizar Pinterest y otras redes, de forma que si por ejemplo quiero retomar las acuarelas, busco como una posesa dibujos, vídeos, patterns o ilustradores que utilicen esta técnica.

Eso me ocurrió hace unas semanas cuando entré en el modo cerámica y descubrí Nona Bruna. Tras esta marca de productos artesanales está Lola Giardino, una diseñadora argentina que desde Barcelona cocina, cose y crea piezas únicas de cerámica. Es habitual que los proyectos artesanales tan personales escondan una historia muy especial. Las protagonistas del relato que da forma a Nona Bruna son La Nona y La Abuelina, las abuelas de Lola que le enseñaron a apreciar las cosas hechas con paciencia y dedicación, un sabio lema que marca la producción de su taller. También heredó de ellas la querencia por la cocina y ese es el motivo por el que toda su colección (manteles, delantales, piezas de crochet y objetos de cerámica) está pensada para acompañar las comidas preparadas con amor.

 

En esas estaba yo hace unos días disfrutando del descubrimiento de Nona Bruna cuando vi que tenía en marcha un sorteo de un kit de sus productos. Normalmente no suelo participar en este tipo de concursos (no por nada en especial, simplemente porque suelo ser bastante despistada para estas cosas), pero esta vez me he animado. Y es que no se trata del típico sorteo en el que debes darle a “Me gusta” a diferentes páginas o publicar un comentario, sino que para poder participar tienes que enviar una postal al taller de Lola. Hace años que no recibo, ni envío postales, así que me ha parecido una forma estupenda de recuperar este gesto que deberíamos practicar más a menudo. Así que mi postal ya va camino de Barcelona, lenta pero cargada de cariño, como el modelado de cerámica.

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